Las miradas imantan y las pupilas estallan.
Y cuando los rostros ya no pueden acercarse más, sólo queda besar.
Conocer por primera vez el calor de la boca deseada, saber si el aliento es dulce y la textura esponjosa.
Cerrar los ojos y dejar el camino librado a la imprevisión, al descontrol sentimental.
Recién después, ese beso será certeza.
Es un camino fundamental en el reconocimiento del otro y de uno mismo.
Una suerte de puente de doble mano entre la mismidad y la otredad.
El hombre y la mujer son dos motores que van a diferentes velocidades: el beso es el punto de equilibrio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario